Introducción

Resulta en ocasiones interesante, al reflexionar sobre un término, plantear como punto de partida su concepción más “popular” para ver cuán exacta nos resulta para el propósito de replantearla, o no, en el marco de una investigación. Y es que al pensar en un “intérprete”, la imagen que más rápidamente puede aparecer en nuestra mente, al asociarlo a un contexto musical, es el de una persona ejecutando un instrumento (habitualmente tradicional, como un piano, violín o guitarra), y usualmente reproduciendo con relativo grado de exactitud una obra escrita previamente (si excluimos, claro, las ejecuciones que se centran en cierto nivel de improvisación como consigna principal).


Permitamos utilizar, al menos como excusa temporal, esta definición simplificada y sumamente estándar porque tal vez no sea solamente la más arraigada en el saber popular sino también la empleada en varios textos académicos, en los que servirá como disparador para recorrer una determinada problemática. Y es desde aquí donde la presente investigación se propone arrojar nueva luz sobre el concepto de intérprete. La misma se enmarca como trabajo final de la materia “Estética de la Música” (cátedra Pablo Vicari) dentro de la Licenciatura en Artes Musicales (Universidad Nacional de las Artes). Esto presupone un recorrido, a través de la currícula planteada, de un cierto marco teórico que sirve a los fines de acercar a los alumnos a determinados tópicos en el contexto de su formación como compositores, directores o, justamente, intérpretes (si nos atenemos a las orientaciones de la mencionada carrera).

intérprete musical robot


Como toda selección bibliográfica siempre debe ser, lógicamente, (de)limitada, lo que implica dejar fuera de consideración algunas perspectivas. En los textos utilizados, no solamente en el marco de esta materia sino también de otras que persiguen una reflexión sobre la música desde un encuadre de ciencias sociales, nos encontramos no solamente con ese lugar común de intérprete al que nos referíamos en las primeras líneas de esta introducción, sino también con un intérprete congelado en el tiempo. Incluso cuando se lo utilice para repensar su rol y abandonar ciertas perspectivas fosilizantes o idealizantes, rara vez aparece un intérprete rodeado de la tecnología con la que contamos en 2018. Eso obedece, en un punto obvio, al momento de la historia en la que se generaron esos textos, y eso no es algo que se pueda cambiar. Se podrán hacer ciertas traspolaciones o analogías para darles un carácter más actual, pero aun así suele aparecer una idea de intérprete que, como muy moderna, queda anclada a mediados del s. XX y siempre a una música institucionalizada en términos amplios.


No se pretende afirmar aquí que esos discursos pierden entera vigencia o que no exista bibliografía más reciente que presente concepciones más actualizadas pero, en el contexto del marco teórico atravesado, esta investigación pretende dialogar con esos autores y aportar nuevos elementos sobre qué es (o podría, o debería ser) un intérprete en estos tiempos. Y es aquí donde consideramos que es crucial pensar esta temática en forma íntimamente ligada a una sociedad híper-desarrollada tecnológicamente como es la actual. El vértigo de innovación no da respiro a cualquier tipo de reflexión. Todo resulta “viejo” un minuto más tarde.
A modo de hipótesis creemos que en la era de la llamada Cuarta Revolución Industrial (o Industria 4.0) debemos considerar necesario replantearnos la concepción de un intérprete-reproductor y pasar a la de un intérprete-creador. Y con “concepción” no nos limitamos al orden teórico, literalmente discursivo. Es también un puntapié para reflexionar y modificar prácticas de pedagogía musical que permanecen inmutables desde hace casi siglos y se niegan, en modo autista, a dialogar con la época con la que conviven. En ese sentido, el abordaje teórico tradicional sobre el intérprete nos parece sumamente funcional a que dichas prácticas perduren.


Es oportuno citar a Martin Heidegger cuando, en su pregunta sobre la “técnica”, bucea en el origen griego del término:

Technikon quiere decir algo que es de tal modo que pertenece a la téchne. En vistas al significado de esta palabra tenemos que prestar atención a dos cosas. En primer lugar téchne no sólo es nombre para el hacer y el saber hacer del obrero manual sino también para el arte, en el sentido elevado, y para las bellas artes. La téchne pertenece al traer-ahí-delante, a la poiésis; es algo poiético.
Lo otro que, en vistas a la palabra téchne, hay que considerar tiene todavía más peso. La palabra téchne, desde muy pronto hasta la época de Platón, va de consuno con la palabra epistéme. Ambas palabras son nombres para el conocer en el sentido más amplio. Lo que ellas mientan es un entender en algo, ser entendido en algo. En el conocer se hace patente algo. En cuanto que hace patente, el conocer es un hacer salir de lo oculto.

Rodrigo Buján. Octubre de 2018.